Por:Danilo Cruz Pichardo
Un presidente constitucional debía ser equilibrado y exhibir respeto y solidaridad con otros gobernantes que fueron electos por el voto popular, independientemente de su orientación ideológica. Aprobar el golpe de Estado contra Pedro Castillo, en Perú, revela claramente el carácter ultraconservador de Luis Abinader.
Aunque guardó la apariencia con su supuesto repudio a los actos vandálicos contra las edificaciones del Palacio Presidencial, El Congreso y la Corte Suprema de Brasil, lo que se dice es que a Luis Abinader no le agrada la figura de Luis Inácio Lula da Silva y que tiene simpatía por Jair Bolsonaro. (Este último dato está sujeto de confirmación).
En las últimas décadas, en República Dominicana, las principales fuerzas políticas han estado en una permanente disputa por el apoyo de los empresarios dominicanos, las iglesias y el visto bueno de Estados Unidos. Esa disputa viene sobre todo a raíz de la desaparición física de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, ambos de pensamientos liberales.
Tanto en el PLD como en el PRD se perdieron los principios que levantaron sus extintos líderes.
Pero ninguno de los gobiernos del PLD, acusados de corruptos con suficientes pruebas, había sido tan entreguista con la clase dominante como la presente administración del empresario Luis Abinader Corona.
No es un secreto que los partidos políticos realizan campaña electoral con los aportes económicos que hacen sectores empresariales (en algunos casos narcotraficantes disfrazados de empresarios), pero cuando el candidato ganador ascendía al poder la recompensa consistía en facilidades arancelarias e impositivas, ofrecidas por las direcciones de Aduanas e Impuestos Internos. Son privilegios muy viejos.
Nunca, en el trayecto de la historia social dominicana, los empresarios ocuparon directamente los principales cargos públicos, los cuales siempre estuvieron reservados para dirigentes y técnicos de organizaciones políticas triunfadoras. Jamás los empresarios dominicanos impusieron un gobernador del Banco Central, como se hizo en esta oportunidad, aunque se pretendió desviar la atención diciendo que fue Estados Unidos y los organismos multilaterales. ¿Qué tiene que ver Estados Unidos con Héctor Valdez Albizu?
Luis Abinader, jefe absoluto del PRM –por lo menos en estos momentos que controla empleos y el Presupuesto de la Nación–, se ha trazado como objetivo la despeñagomización de esa entidad, líder al que aborreció y nunca apoyó.
Se vienen excluyendo de los organismos a los que todavía enarbolan el ideario del antiguo líder, suplantándolos por empresarios trepadores y faranduleros oportunistas, en una franca arrabalización de una organización que demanda de cuadros con carrera y formación política.
El PRM, por instrucciones de Luis Abinader, se desvinculó de la Internacional Socialista y ya nadie habla de Social democracia. El PRM no tiene una escuela de formación política. El Instituto José Francisco Peña Gómez simplemente es un edificio decorativo, que lo limpian y ocasionalmente lo abren y lo cierran. Cuando a alguien se le ocurre aprovecharse del nombre del desaparecido líder entonces se le menciona.
El PRM no tiene ideología. Y particularmente Luis Abinader es de ultraderecha.
Algunos adocenados y otros lisonjeros pretenden tapar el sol con un dedo, diciendo que Luis Abinader es un hombre bien intencionado y transparente. Si fuera bien intencionado gobernaría para todos los dominicanos (establecido constitucionalmente) y no solo para una sola clase social y económica.
Y si fuese tan transparente no insistiera tanto por las alianzas público-privadas ni los fideicomisos, mecanismo mediante los cuales se sustraen patrimonios públicos para entregar al sector privado.
Todavía Abinader no ha podido convencer a un solo dominicano de la ventaja que tienen los fideicomisos al interés nacional. Es una trampa al Estado, eliminada por otros gobernantes que verdaderamente son transparentes y tienen buenas intenciones para sus respectivos pueblos.
Luis Abinader se comprometió en campaña con la aprobación del nuevo Código Penal y con las tres causales, consciente de que su base de sustentación electoral estuvo, sobre todo, en la franja liberal. Ocurre que el Código Penal todavía sigue dando tumbo en el Congreso Nacional y dudo que se apruebe en lo que le resta de gobierno, porque pronto estaremos en campaña electoral y ese código contiene un tema controversial, donde las iglesias llevan la voz cantante.
No creo que ningún dominicano sea proaborto per se, simplemente se aprueban casos excepcionales donde científicamente el embarazo no es viable, peligra la vida de la madre o casos de incestos y también de violaciones sexuales.
Se trata de un problema que involucra aspectos sicológicos y científicos, jamás religiosos. Pero las iglesias, salvo excepciones, históricamente han estado al servicio de la clase alta, cuyos miembros exhiben poses y acuden a las parroquias, sentándose en primeras filas en la celebración de misas.
A los ricos no les importa el problema de las tres causales. Aunque dicen ser “cristianos y provida”, cuando una hija o nieta tiene un embarazo no deseado o no viable se la llevan al exterior y resuelven su problema. Es una doble moral muy conocida. La misma doble moral, como mayoría de los ricos, que exhibe Luis Abinader.
En la práctica la prohibición de las causales o casos especiales solo perjudica a las mujeres pobres, porque la falta de recursos económicos las condena a terminar muriendo. Ninguna clínica ni hospital público se atreve a tratar sus casos y salvar vidas de damas jóvenes. Es un verdadero crimen bautizado por las iglesias, con la no aprobación de algunos cristianos.
Ese es el costo de tener un gobernante proempresario, conservador y de derecha, por idiosincrasia indolente ante los problemas de la gente pobre.