Por: Francisco S. Cruz
El líder del Movimiento Izquierda Unida (MIU), Miguel Mejía -dirigente de izquierda de vieja data-, hace tiempo que rompió con los viejos dogmas de intolerancia política e ideológica que caracterizó, por décadas, a una camada de dirigentes y cuadros de la otrora izquierda -rancia y fosilizada- de nuestro país que pudo conquistar espacio de poder estratégico y popular como sentenció Gramsci, pero que, en cambio, prefirió rumiar derrotas, teorizar y desdeñar la vía política-electoral que ofrece la frágil democracia dominicana -a pesar de sus falencias y déficits históricos-estructurales-.
Y no es fácil mantener esa postura política-ideológica atípica sin que no aparezcan detractores y obtusos desfasados que, atrapado en un maniqueísmo ideológico, lo sindiquen de revisionista o cooptado por el sistema, cuando se trata de haber asumido una posición política-ideológica cónsona producto de una lectura correcta de las tendencias mundiales y a la luz de una realidad contemporánea que desborda la ofuscación o fijación ideológica “marxista” para contribuir a una gobernanza más inclusiva, democrática y plural.
Lo anterior viene a cuento, a raíz de unas recientes declaraciones del dirigente izquierdista en el marco de un congreso del movimiento que preside y donde defendió y valoró al expresidente Danilo Medina, en lo siguiente términos: “…Danilo Medina, […] no es ningún rufián” (Listín Diario). Eso habla de coherencia política y del valor de tener independencia de criterio aun ostentando una posición en el actual gobierno. Por igual, dista mucho del genuflexo o “atrapachele” tan corriente y menudo en nuestra partidocracia.
Porque hay quien cree que ser de izquierda, progresista o revolucionario es haberse quedado en los años sesenta y vivir predicando un evangelio “marxista” de hojalata -izquierdistas de derecha, en mayoría (que es otra categoría o camuflaje -sui géneris- para aparentar dizque no ser de derecha aun militando en un partido de derecha o, siguiendo la aspiración eterna de un “caudillo ilustrado”)- y sin actualización universal ni nacional -sin repensarlo, como hace décadas aconsejó James Petras-. Es lo que se ha llamado “izquierda burra”.
Por supuesto, hay, como en el caso de Narciso Isa Conde -equivocado o no- quien merece respeto por su coherencia, trayectoria, aportes y postura sin ambages…
No obstante, me adhiero al prototipo de marxista atípico -de postura plural y democrática- como la que exhibe y practica Miguel Mejía -líder del MIU-, pues refleja madurez, firmeza y coherencia en la diversidad ideológica. Además de ir más allá del discurso o cliché anticapitalista. Y también, lo asumo, cuando se las canta a cualquiera o defiende lo que piensa a “capa y espada”.
Por ello digo, que es un izquierdista o marxista atípico. ¡Enhorabuena!
El autor es político y exprofesor de Historia